¡El “kickback” no estaba previsto, la herida, menos!
Muchas cosas han pasado y, como bien dice el dicho, “si no sabes por dónde comenzar, comienza desde donde sea”.
He decidido comenzar a escribir en esta bitácora, no por el principio, pero si por algo importante, realmente importante, indispensable, si se quiere; para conservar nuestros dedos: las medidas de seguridad al usar las herramientas.
Hace unos pocos días (Circa 18.11.2022), para cerrar con broche de oro la visita de mi familia, me lanzo a mi nuevo taller con mi primo (A.K.A Lexellman) decididos a hacer unos recuerditos de madera que pudieran llevarse de vuelta a su hogar, en Inglaterra.
Habíamos decidido fabricar unos ceniceros sencillos con una madera de roble muy bonita que tengo guardada desde hace tanto.
Ya me había encargado yo de picarla a medida con la sierra circular y de hacerle un bisel en todos los bordes con la fresadora que tengo instalada en una mesa improvisada, compuesta exclusivamente de material reciclado.
El biselado fue fácil, sin incidentes, pero luego de abrir el agujero para las cenizas del fumeque, pensé en completar las piezas con la hendidura tradicional para reposar el elemento en combustión.
Procedo a cambiar la punta del router con ayuda de Lex, (quien, obviamente, es pieza clave de la trama que está por desparramarse).
Le explico el plan y comienzo, básicamente haciendo lo que no debería: usar las manos haciendo fuerza sobre la pieza directamente sobre un motor girando a sólidas 3500 rpm, con capacidad de destruir todo a su paso…
Bueno, todo menos unas fibras de la propia pieza de madera que no quisieron ceder al chantaje, se agarraron de la mecha y se impulsaron al infinito y más allá del taller, en una maroma bastante común y conocida como “Kickback”. ¡Que, obviamente, no estaba prevista!
Se abre el telón, Madera alzando vuelo, acto seguido, mi dedo medio de la mano derecha aterriza con precisión en el vórtice de destrucción!
Arrepentimiento instantáneo, porque yo tenía a menos de 20 cm, los implementos para evitar hacerlo directamente con las manos… Pero, como era una pieza pequeña, y necesitaba un poquito de precisión, o yo no recuerdo qué, decidí irme “a rin pelao”.
Así estrenamos taller, con un, afortunadamente pequeño, accidente que nos dejó: un dedo acontecido por mi parte y, a un Lexell a punto del desmayo, que, tanto como yo, empezó a reflexionar sobre lo efímero de la vida.
Por acá les dejo el video que publiqué en Instagram unos momentos después de la molienda.
Y ahora, demostración de lo que se debe hacer, incluyendo otro “kickback”, completamente exitoso y sin maltratar ninguna extremidad, PORQUE ESTABA USANDO LAS HERRAMIENTAS CORRECTAS! (Perdón, es que me emociono, aún tengo flashbacks de ese desagradable momento).
Total, que los ceniceros, terminaron siendo portavelas.
¡Cuidense!